
Es imposible resumir en pocos párrafos la lucha antifranquista que desde las mujeres de la CNT, de Juventudes Libertarias y de Mujeres Libres se llevó a cabo hasta la muerte del dictador Franco y del postfranquismo que sigue vivo aún hoy día.
Si la cultura libertaria se ha intentado borrar de los relatos de la “Historia” o sólo se ha dejado una mención de pocas líneas, la participación de las mujeres es más invisible aún. Sirvan estas líneas para recordar a las miles y miles de mujeres, que, tras la derrota, siguieron con su compromiso en el exilio exterior y en el “interior”. También a aquellas que nacieron después de la derrota y se comprometieron con el ideal libertario en la CNT, en las Juventudes Libertarias y en Mujeres Libres.
De lo que supuso una revolución social se pasó a la militancia en lo clandestino.
Si en el exilio “exterior” se dedicaron las primeras energías a arropar a las y los compañeros como con el SIA, ayudando a la salida del territorio español y partida hacia México, Venezuela o al a próxima Francia, también fue procurar la salida de los campos de concentración. Cuando Francia fue invadida formaron parte la resistencia y de los maquis, con distintas labores de mensajería (documentación, folletos, periódicos, avituallamiento, incluso armamento) o de acogimiento, de acompañamiento para pasar las fronteras como la de los Pirineos de los que huían. Así es el caso de la Red Ponzán, de España hacia Francia luego llamada Pat-Francoix en el sentido inverso.
Mientras en la España franquista se empiezan a nombrar actualmente también a las mujeres, las que lucharon con armas, las maquis y las que integraban sus redes de apoyo.
Tras la Segunda Guerra Mundial las mujeres anarquistas, como los compañeros, participaron en la reorganización de la CNT, de las Juventudes Libertarias y posteriormente de Mujeres Libres. Nombres no faltan.
Mientras, en el interior de España siguieron apoyando en la lucha armada hasta la desaparición de los últimos maquis, a mediados de los años 50. Y, por supuesto, en la reorganización de la CNT de los primeros comités clandestinos en unas condiciones de represión implacable.
Como sus compañeros, sufrieron en los campos de concentración y exterminio, condiciones de hambre, frio, enfermedades, torturas, fusilamiento y condenas a prisión que podía suponer casi una condena a muerte. Pero para las mujeres la humillación fue mayor. Se las rapó el pelo, se las purgó, se las paseó por las calles para público escarmiento, se las violó y torturó con mayor ensañamiento si cabe. A las embarazadas, si no se las ejecutaba y llegaban a parir, se las arrancaba a sus hijos e hijas que pasarían a centros tutelados por el Estado o la iglesia o a familias franquistas para borrar todo “gen rojo”. Incluso tras las ejecuciones se las enterraba de forma que causara mayor ignominia con posturas sexuales entre los cadáveres de hombres.
El objetivo mayor siempre ha sido el silencio, con técnicas del terror. Y esto lo tuvieron en cuenta las organizaciones anarquistas, por eso la importancia de la prensa clandestina. Aquí las mujeres desde cualquier tarea colaboraban, llevando mensajes, textos, redactando, etc.

Nunca se olvidó a la población presa y a sus familias, a las que se hacía llegar dinero a través de muchas mujeres libertarias. Además de que las mujeres, como hijas, hermanas, madres, parejas tuvieron que sostener a la familia y asistir en lo posible a sus compañeros presos, incluso sin ser lo que la sociedad tradicional llama familia. Para los movimientos libertarios la familia es la de los y las compañeras de lucha y sus seres queridos.
En el caso de seguir en España se optó por tener una doble vida como la de los compañeros y la otra cara más terrible de esta situación fue la de ocultarse para sobrevivir, el llamado “exilio interior”, el aislamiento personal llevando una vida ocultando el pasado como si nunca hubiera existido.
Mientras en España se continuaba colaborando con las “fuerzas democráticas” entre 1962 y 1964 con la creación por CNT de la Defensa Interior se organizaba la acción armada para atentar en España contra elementos de la iglesia, del ejército, de la burguesía o del Estado, incluso también los fallidos intentos de atentados contra Franco. Y varios años después con los grupos de acción como los del 1º de mayo, las mujeres libertarias participaron en labores de planificación, ojeadoras, transmisoras de información o dinero.
En esos años las más jóvenes venían de entornos familiares libertarios, son el “relevo generacional” y tuvieron el compromiso de exponerse y sufrir represión y cárcel como el de los compañeros y compañeras más mayores.
En cuanto a la reorganización dentro y fuera de España tanto las generaciones más mayores como las más jóvenes de mujeres intervinieron en labores de propaganda, de apoyo logístico, de enlaces, si no fueron numéricamente más que sus compañeros su compromiso fue igual.
Y el caso de Mujeres Libres, como organización más específica de mujeres anarquistas, fue el de volver a publicar la revista en el exilio hasta la última publicación en 1976, principalmente en Inglaterra y Francia con versiones en inglés y francés. Y desde 1977 algunas ediciones ya en Barcelona.
En el caso de las mujeres vinculadas a la CNT, a las Juventudes Libertarias hay que destacar que los testimonios nos cuentan una realidad de participación desde el compromiso vital, se denominan anarquistas y su vida es un reflejo de ese compromiso libertario: lo que hoy designamos como vida privada y pública era reflejo en ambos casos. Hay diferentes niveles de compromiso, pero la identidad es clara. También hay testimonios de cómo tuvieron que enfrentar contradicciones entre el compromiso y la vida, y muchas debieron olvidar ese compromiso, como también lo hicieron algunos compañeros. Las que supieron/pudieron superarlo atestiguan con su vida, con sus declaraciones el cambio que supuso en sus vidas.
Mientras en la guerrilla, no fue tanto portar armas (las usaran o no) la experiencia del aprendizaje político les dio nuevo significado a sus vidas transformando el afecto, el temor y el duelo en compromiso político, como experiencia liberadora que dio sentido político a experiencias que hubieran quedado en lo privado y dando a un drama privado un significado de combate colectivo. Construyeron relaciones de pareja más igualitarias y dieron gran importancia al sentido político de los afectos. Numéricamente era más elevada la participación de los hombres, lo había sido antes y en ese largo tiempo tras la guerra se asumía como habitual. Pero la diferencia, creo que esto hay que señalarlo, es que las mujeres no percibieran relación de dominación en los grupos libertarios ni sentimiento de posición subalterna. La idea de que toda acción, todo apoyo suma, así la frase tan escuchada “de cada cual según sus capacidades” se refleja en que no se planteasen ellas mismas la cuestión de los roles de género a la hora de desarrollar sus actividades militantes.

Mientras en la actividad del DI y de los grupos como el del 1º de mayo hay militantes españolas y extrajeras. Las “españolas” (entiéndase como origen de nacimiento o familiar) proceden del exilio antifranquista. Mientras que las “extranjeras” (nacimiento en otros países) proceden de ambientes anarquistas de Europa Occidental con relación militante con l@s libertari@s. Ya se ha dicho que hubo dos generaciones: las más veteranas, desde el principio del exilio, con bagaje de la república y la guerra, apoyo a la resistencia al nazismo en Francia y continuidad posterior en su compromiso militante. Las más jóvenes, criadas en familias militantes y asumiendo como natural la participación en acciones y logística. Tanto en el caso de las primeras como en el de las segundas su activismo responde a un compromiso militante de carácter político con fuertes convicciones libertarias, antifranquistas, internacionalistas y anticapitalistas, asumiendo riesgos según las misiones que tenían que llevar cabo. Esto no las diferencian de sus compañeros hombres.
Tanto las “españolas” como las “extranjeras” tenían experiencia militante previa en ambientes anarquistas en el exilio español o de las organizaciones libertarias de sus países de origen y residencia.
En cuanto a la lucha y organización dentro del territorio español, los testimonios recogidos hablan de una continuidad y un compromiso más difícil por la dura represión, mucho más difícil llevar una vida coherente con los ideales libertarios y una doble vida, que supo sostener con el mismo riesgo que sus compañeros y con una mayor represión por cuestión de género, la defendida igualdad era ya sólo de por sí un señalamiento que hacía peligrar y llevaba a tortura, presidio, señalamiento público y miseria. La supervivencia era ya una lucha de resistencia en sí, apoyar a los compañeros presos, a sus familias, a las redes clandestinas, dedicar a la propia subsistencia era tan vital como la propaganda. El estado franquista era un gran campo de concentración y exterminio. Y el olvido del anarquismo y de la revolución libertaria uno de sus fines prioritarios. De ahí la importancia de que no olvidemos.
Como es muy difícil resumir todas las historias por eso quiero acabar con unos versos de Soledad Estorach que dedicó a Concha Liaño como expresión de su ánimo:
“Nuestras alas truncadas,
Pero alas al fin
Son un tesoro inapreciable.
Con ellas, hasta en la noche hay luz.
La desgracia hubiera sido haberlas perdido.
O no haberlas tenido nunca.”
Yolanda Rodríguez