
El próximo jueves 1 de mayo, las organizaciones convocantes del Primero de Mayo Interseccional llamamos a tomar la calle a partir las 11:30 desde la Plaza Mayor hasta el parque de las Vistillas, bajo el lema Contra la guerra y el capital, organización de clase interseccional. Además, hoy hacemos público el siguiente manifiesto colectivo.
Este primero de mayo, nuestra clase vuelve a salir a la calle. Acudimos a nuestra cita con la historia revolucionaria, renovamos el compromiso firme de tantas que vinieron antes que nosotras, de aquellas que empedraron el camino con su esfuerzo y su cuerpo allí donde fuese necesario; y lo hacemos más convencidas que nunca, pues el grito que nos reúne emerge alto y claro de entre el rumor creciente de los tambores de guerra.
Esa guerra que ahora truena en el horizonte de la Europa fortaleza, que lleva años asolando el sur global; esa guerra que no es otra cosa que la extensión de la política del capital. Una guerra a la que ahora nos quieren empujar a cualquier precio: una guerra capitalista, imperialista y criminal. Y, con claridad, como siempre lo hemos sabido, repetimos: no es nuestra guerra. Pues, si nos vemos asfixiadas por la propaganda belicista de nuestros gobiernos, con la complicidad de todos los partidos del orden, entre el incesante cacareo de alarma de los voceros del capital, es con un único objetivo: que la crisis provocada por los de arriba, la paguen las de abajo, como siempre, con sus vidas. Es la única salida a la crisis sistémica que pueden imaginar y desde luego no es nuestra salida.
Nuestra clase libra otra guerra, día tras día, en las calles de nuestros barrios, en los centros de trabajo donde deja su aliento para engrasar la maquinaria capitalista. Llevamos siglos librando una guerra por la vida. Y decimos con la certeza de quienes saben que no tienen otra salida que el triunfo sin ambages: nuestra guerra será la de clases, aquella que nos liberará de todas las cadenas; pero jamás será la guerra del capital.
No al rearme, no a la subida de los presupuestos militares, no a sus ejércitos, no a las campañas imperialistas, no al gobierno cómplice de la guerra, no en nuestro nombre.
Extienden su odio y ambición por todo el globo a la vez que levantan muros y fronteras para proteger sus privilegios. Nosotras sabemos que esos muros no tienen la intención de protegernos: todas las fronteras, las internas y las externas, son de clase. Nuestra lucha no va a dejar ni uno de esos muros en pie.
Ni CIES, ni vallas, ni muros ni fronteras. No a sus ejércitos privados, no a FRONTEX, no a la externalización de las fronteras a gobiernos criminales, no a sus campos de concentración, no a convertir el Mediterráneo en una fosa, a empujar a la esclavitud y a la muerte a cientos de miles de personas que solo buscan una vida mejor.
El capital trepana el mundo de parte a parte y, en su implacable lógica de reproducción y acumulación, jamás ha tenido miramientos en desplegar el terror colonial en los territorios del sur global, azuzando el genocidio sobre los pueblos oprimidos, sistematizando la muerte allí donde lo ha requerido. Gaza, Myanmar, Siria, Crimea, el Congo, Chiapas, Rojava, todos los pueblos de África y América Latina en el punto de mira de un sistema extractivista. Contra los mercaderes de la muerte, contra los gobiernos cómplices del genocidio: no habrá paz entre clases ni guerra entre los pueblos.
Así, mientras pretenden traer la guerra hasta la misma puerta de nuestras casas, mientras pretenden arrastrarnos hasta el frente allá donde quede por disputar un margen de beneficio; la ofensiva contra nuestra clase se materializa y recrudece en el ataque contra todas las conquistas históricas de nuestras luchas. Vemos día tras día cómo se agudiza la precarización de los servicios públicos, la liberalización y externalización que permite que empresas privadas compitan por la rapiña de lo que es nuestro. Porque no hemos venido a salvar un sistema deficitario que mantenga en su administración a quienes viven a costa de nuestro trabajo. Porque vamos a arrebatar lo público de sus manos para ponerlo al servicio de las que menos tienen y las que menos pueden.
Contra los que entienden lo público como un negocio, contra quienes se lucran de empobrecer nuestras condiciones de vida. No a la privatización y externalización de los servicios, no a las empresas en los núcleos administrativos de nuestras infraestructuras básicas, de nuestras universidades, de nuestros hospitales…
Defender los derechos e intereses de nuestra clase pasa indudablemente por estar organizades en un 1 de mayo interseccional que entienda la clase de una forma integral definida por la desposesión, no solo explotada, sino privada de las condiciones para la reproducción de su vida; y abocada al trabajo asalariado y a la explotación ya que asienta su modo de producción sobre una serie de presupuestos estructurales y condiciones de posibilidad que lo sostienen: lógicas coloniales, imperialistas, racistas, cisheteropatriarcales, ecocidas, normativizadoras, asimilacionistas…
Todas ellas construyen el modo de producción capitalista que despliega numerosas ofensivas. Y contra todas estas agresiones debe erigirse de nuevo nuestra clase engarzando todas las luchas en una sola contraofensiva con un fin claro: derrocar el capital y liberar la vida. El capital empuja, desplaza, persigue y criminaliza hasta la extenuación a ciertas identidades de nuestra clase, porque así lo exige su dinámica extractivista, porque no atienden a sus dinámicas de reproducción de valor, convirtiéndose en identidades y colectivos incómodos y, en consecuencia, perseguidos. Vamos a derogar nosotras mismas, con nuestra lucha en las calles, las leyes mordazas y todas las leyes represivas que los gobiernos “más progresistas de la historia” ni se han atrevido ni han querido tocar.
Luchamos contra las leyes antiinmigración, contra las leyes fronterizas, contra la represión y persecución a las disidencias y contra los desahucios y desokupaciones porque son herramientas del Estado y el capital para vigilarlos, disciplinarnos y precarirzarnos aún más a las personas de clase trabajadora. Nos levantamos contra sus bandas de fascistas y contra las cloacas que mantienen bien alimentadas y protegidas sin que importe quién gobierne, porque todo el que gobierna o quiere hacerlo, quiere gobernar este sistema, no derribarlo. Pero el rearme imperialista y la asunción de este clima de pánico social tiene otro objetivo más para los halcones del poder; acentuar la represión contra quienes nos organizamos porque saben bien quién es su enemigo. Porque las infiltraciones policiales son tortura, porque su represión, sus detenciones, sus multas y sus juicios solo persiguen acabar con nosotras, destruirnos física y emocionalmente.
No a este estado represivo, no a las infiltraciones policiales, no a sus cárceles.
Nuestra lucha es la lucha contra la precariedad laboral, contra la explotación, contra el terrorismo patronal que mata a más de 700 trabajadoras cada año, contra las leyes diseñadas para debilitar la fuerza colectiva. Y por tanto nuestra lucha es contra todo aquel que quiera usurpar la voz, la fuerza y la autonomía de nuestra clase; burócratas, sindicatos amarillos y reformistas de toda índole. Muches de nosotres somos expulsades a los márgenes atravesando condiciones de precariedad y violencia aún más sangrantes. La clase trabajadora y la explotación capitalista se extienden más allá del trabajo formal y reconocido por las instituciones, por ello les trabajadores informales, las temporalizadas y las trabajadoras del sexo continuaremos peleando por la consolidación de nuestros derechos.
Porque no se trata de reformar este modo de producción, de vivir mejor mientras se agotan nuestros cuerpos, se arrebata nuestro tiempo y se esclavizan nuestras mentes. Porque no queremos derechos para ser esclavas con mejores condiciones. Vamos a acabar con el trabajo asalariado porque vamos a acabar con el capital. Vamos a poner la producción al servicio de la vida y de la tierra. Hoy como ayer: Trabajar todes, trabajar menos, producir lo necesario, repartirlo todo.
Si el capital ahoga nuestra vida y extrae la plusvalía de nuestro trabajo, lo tenemos claro. A la guerra social que nos asola responderemos en todos los frentes. Responderemos ante cada cuestión que afecte a nuestra clase: la liberación del trabajo, el derecho a la ciudad y a la vivienda, nuestros derechos y libertades políticas, la defensa del medioambiente y del territorio.
No queda más camino que recuperar nuestras armas: Organización, Huelga y Revolución.
Erijamos al sujeto combativo de clase desterrando todo derrotismo de nuestras prácticas y discursos. Tomemos todos sus envites, respondamos cada agresión, aumentemos el conflicto para que cada lucha y cada asalto cristalice en más Organización. Caminemos hacia el acercamiento, la coordinación y la comprensión holística de las luchas rompiendo con las lógicas sectarias y sectorializantes que nos condenan al atomismo y a la indefensión, apuntando hacia la liberación total de nuestra clase en toda su pluralidad y complejidad. Toda agresión a nuestra clase será respondida por la clase en su conjunto, nuestra fuerza es el apoyo mutuo y la solidaridad.
Respondamos a los posibilistas y sus cantos de sirena que repiten una y otra vez que ellos son la única solución a nuestros problemas. El reformismo no ha venido a cambiar nada, solo a restaurarlo todo. Nada dentro de este sistema puede ofrecernos una solución a los daños que él mismo causa. Señalemos a los burócratas y a los agentes desviadores que salen a nuestro paso para desviarnos de nuestros objetivos emancipadores. Demos una respuesta organizada y contundente contra todo discurso conciliador.
Nuestra lógica no puede seguir siendo la de la resistencia y mucho menos la de la huida. Cuestionaremos su legitimidad y disputaremos la hegemonía, recuperaremos nuestras propias herramientas de lucha de quienes actualmente las controlan y adormecen, devolveremos a la huelga su contenido político y su potencia de choque. Haremos del boicot, el sabotaje y los caminos ajenos al sistema las armas más peligrosas a las que se deba enfrentar el capital.
No vamos a caminar sumises hacia el colapso y el retroceso en todos los avances que nuestras luchas han logrado, extenderemos la toma de conciencia a través de la acción directa, abriendo el conflicto a cada oportunidad, convirtiéndolo en la respuesta natural frente a cada agresión del capital; construiremos las condiciones de posibilidad, organizadas desde abajo, hacia la huelga general que sacuda los cimientos de este mundo de nuevo. Que cada lucha, cada respuesta a las agresiones de nuestra clase será un paso decidido hacia un horizonte revolucionario, hacia el fin de la sociedad de clases y de la abolición del trabajo asalariado.
En cada centro de trabajo, una huelga general; en cada bloque de viviendas, una huelga de alquileres; en cada conflicto, una clase organizada; en todo el mundo, internacionalismo frente al genocidio. Contra la guerra y el capital, organización de clase interseccional.