Llevamos más de 50 días en estado de alarma. Días en los que la incertidumbre, la impotencia y las reflexiones han abundado en espacios de militancia como este. Días en los que las medidas implantadas por parte del Estado se han ido sucediendo y hemos tenido que ir mirando con lupa cada una de ellas para comprender su verdadero impacto en la clase trabajadora, que es la que acaba padeciendo cada una de las crisis a las que nos abocan.
Y es precisamente en estos días, en los que “papá Estado” (que no deja de ser un entramado de instituciones formadas por personas de carne y hueso) se plantea “dejarnos salir un ratito” —eso sí, siempre que nos portemos bien y cumplamos las normas—, cuando desde el Bloque Combativo y de Clase reafirmamos la necesidad de poner en práctica fórmulas de desobediencia civil que impulsen la construcción de nuevos espacios de libertad al margen del sistema patriarcal y capitalista. Nosotras lo tenemos claro, sabemos que solo la autogestión, el apoyo mutuo y el antiautoritarismo sirven como estrategia para construir un marco nuevo de sociedad. Tanto en lo social, como en lo económico, otras formas de relacionarse son posibles y necesarias.
Sabemos que el crecimiento económico ilimitado es una ilusión y que el consumo es una forma de esclavitud que no genera más que la destrucción del planeta tierra; esta crisis lo está evidenciando. Evidencia la necesidad de dar un salto a un modelo de sociedad sostenible y transversal, en el que no quede nadie fuera y en el que primen las lógicas que pongan la vida y las personas en el centro. Nos hablan de democracia, pero esta “democracia” es una estafa en la que se delega nuestro poder individual en manos de unos pocos. Nos hablan de reparto de la riqueza cuando vemos que tan sólo el 1% de las grandes fortunas del mundo acumula el 82% de la riqueza global. Sí, es necesaria una transformación YA, para acabar con tanta injusticia y tanta acumulación del poder y la riqueza.
Sin embargo, se están implantando nuevas prácticas represoras ante la crisis que tenemos encima, impuestas por el capitalismo y aceleradas con la excusa sanitaria del Covid-19; prácticas que, bien lejos de dar ese salto a un nuevo modelo, pretenden reforzar aún más el ya existente. Tenemos la responsabilidad de no permitir la consolidación de dichas estrategias de control. Estamos asistiendo a la militarización de nuestras calles, con prácticas de control y privación de nuestras libertades que nos recuerdan a tiempos bien oscuros.
Desde estas líneas hacemos un llamamiento generalizado a la clase trabajadora, la verdadera sostenedora de la vida. Médicas, enfermeros y psicólogas que han tenido que enfrentar esta situación buscando soluciones en conjunto y que gracias a su saber hacer y su esfuerzo colectivo han podido afrontar los momentos de caos; limpiadoras, celadores que han demostrado la importancia de trabajos tan mal valorados social y económicamente; jornaleras y jornaleros que cultivan la tierra —migrantes en una gran proporción, que en numerosas ocasiones trabajan en condiciones de semiesclavitud y/o sin “papeles”— y que son las que están llenando nuestras neveras; cajeras, reponedores, repartidoras, camioneros… que nos han suministrado los recursos verdaderamente necesarios; maestras y profesores que han adaptado sus clases para seguir formando y educando a sus alumnas y alumnos; cuidadoras —madres, padres, abuelos, abuelas, tías, tíos…—, en su mayoría mujeres, que en esta cuarentena han sujetado nuestros cuerpos interdependientes con las tareas más necesarias y esenciales en nuestros hogares… La lista puede engrosarse hasta llenar muchas más páginas, ya que este llamamiento es para toda la clase trabajadora, que es el verdadero motor del mundo.
Debemos ser críticas, hablar de autogestión y apoyo mutuo implica ser conscientes de nuestro verdadero poder individual, pero también conlleva pensar en hacer desaparecer todos los centros de poder que ahora se reservan la “gestión” político-social. Grandes corporaciones, partidos políticos, el Estado, el ejército, los grandes medios de comunicación de masas, la policía.
Necesitamos deconstruir(nos) para volver a construir(nos).
Hemos visto florecer, en estas semanas de confinamiento, muchas prácticas nacidas de lo colectivo: equipos de trabajo en hospitales que han dado solución a la situación de desborde, confección de mascarillas, redes de apoyo en bloques de pisos, campañas vecinales para afrontar necesidades básicas de las personas con menos recursos… Éstas se suman a la lista de prácticas ya existentes antes de este panorama: cooperativas de consumo y trabajo, huertas vecinales, bancos de tiempo e intercambio para suprimir el dinero, espacios autogestionados, medios de comunicación libres y críticos con el poder….
Las épocas de crisis siempre han sido oportunidades para repensar e implantar horizontes nuevos.
Está en nuestras manos decidir hacía qué futuro queremos dirigirnos. Está en nuestras manos romper, de una vez por todas, con la explotación, la acumulación, la jerarquización… No es un camino fácil, pero sabemos que organizadas, sumando y construyendo espacios colectivos; desde la autonomía individual, libres y cómplices; colaborando y compartiendo en lugar de compitiendo, será posible llegar a ese futuro próximo.
¡Vivan los trabajadores y trabajadoras del mundo!
¡Unidas y unidos somos imparables!