[8M] Feminismo de clase y combativo

RESISTIREMOS AL PATRIARCADO Y AL CAPITAL

Día internacional de la mujer
trabajadora ¡Otro 8 de marzo de lucha!

Aquí estamos otra vez, como estuvimos antes, como seguiremos estando hasta conseguir destruir el patriarcado criminal.

Como estuvieron las mujeres de la fábrica de camisas, asesinadas por reivindicar mejoras básicas laborales en 1908.

Como estuvo Ana Orantes en 1997 cuando, armada de valor, denunció por televisión los malos tratos que recibía del criminal de su marido, que la asesinó días después.

Desde ese 1997, no hemos dejado de contabilizar mujeres asesinadas, víctimas de la violencia machista, confirmándose que las situaciones de injusticia tienden a ser naturalizadas entre la sociedad, gracias a unos medios de comunicación, que, más que ejercer el papel de informadores, parecen rivalizar en volcar de forma morbosa los detalles de lo sucedido, sin mostrar respeto alguno por víctimas y familiares.

Desde 2003 nos faltan 1.044 mujeres. Pero somos conscientes que desde mucho antes de contabilizar estos asesinatos se han producido crímenes de los que no hay registro, sino tan sólo las referencias que cada familia, o pueblo, hace de ellas.

Por todas ellas y por nosotras, sabemos que tenemos que reforzar todo aquello que visibiliza la desigualdad y las injusticias contra las mujeres. Por eso no dejamos ni dejaremos de gritarlo en las calles.

Porque cada día tenemos más razones para inundar todos los espacios con nuestra presencia masiva, con nuestras reivindicaciones: la disparidad, la precariedad laboral, la feminización de la pobreza, la discriminación, la exclusión que también encontramos en las pateras en las que se embarcan mujeres, algunas con sus hijas, hijos, otras embarazadas, otras violadas y muchas siendo parte del cementerio en que se ha convertido el Mediterráneo, las que se hacinan en los CIES, y las niñas cuya condición es alterada y denigrada con la definición de MENAS y por ello prejuzgadas y
culpabilizadas de futuribles delitos.

Y tenemos más motivos: en las calles de nuestras ciudades vemos como crece el racismo y la xenofobia, hasta el punto de estar instalados en el Congreso mientras se normaliza la presencia de fascistas en los medios de comunicación masiva, como si de ciudadanos normales se tratara, a pesar de que vomitan su política de odio al diferente, a la diversidad y multiplicidad de vidas alternativas, extendiendo sus fobias ideológicas a los sectores más vulnerables, fomentando la xenofobia con mentiras y datos inexistentes, pero
ahí siguen, sentados cómodamente en los sillones de las televisiones y de las instituciones…

Este panorama se completa con la complicidad de mujeres esbirras del patriarcado deseosas de alcanzar el “techo de cristal” al que llegan explotando a las otras mujeres que limpian sus casas y cuidan de sus hijxs.

El techo de cristal es otro elemento que representa la escalera de la explotación capitalista.

Y mientras se pone de moda el léxico y los deseos de ascender en la escala social, en el suelo de barro estamos las mujeres que nos inventamos a nosotras mismas, individual y/o colectivamente transitando ideas y proyectos que nos permiten sobrevivir con dignidad, denunciando y enfrentando las diferencias salariales que nos separan de los hombres a pesar de desarrollar igual trabajo, tanto en los empleos fijos como en los temporales, acusando las discordancias en las jubilaciones y pensiones, representando un número mucho mayor de mujeres en paro, viviendo una vida con riesgo de pobreza y exclusión social mucho mayor que los hombres.

Toda la estructura de este sistema de injusticias, se instala en las espaldas de las mujeres que cubrimos tareas domésticas no reconocidas ni pagadas y en el ámbito laboral en el que se nos menosprecia e invisibiliza, como sucede en los convenios de profesiones masculinizadas frente a las feminizadas, con enormes variaciones en el salario y con la falta de reconocimiento de enfermedades claramente relacionadas con el puesto laboral, por no hablar del acoso sexual y laboral que muchas de nosotras enfrentamos.

Las mujeres trabajadoras de todo el mundo sufrimos la triple jornada de explotación a la que nos somete este sistema capitalista y el estado explotador: el trabajo doméstico, el
cuidado de nuestrxs hijxs y familiares y la mano de obra barata asalariada.

Además queremos constatar que toda esta discriminación es aún mayor contra mujeres trans que, por si fuera poco, en los últimos meses también están recibiendo ataques desde algunos sectores del feminismo con los que compartimos muy poco. Desde aquí queremos mostrar todo nuestro apoyo a nuestras hermanas trans y a todas las disidencias sexuales.

Las mujeres que amamos a otras mujeres tampoco entra- mos en los cánones laborales. Si se nos nota mucho o poco, o no nos contratan o nos despiden porque nos acusan de mala imagen. Así pretenden obligarnos a ocultar si tenemos como pareja a otra mujer. Es un hecho, somos las que menos salimos del armario por miedo a represalias y despidos.

El patriarcado desequilibra la balanza entera en favor de los hombres. El maldito patriarcado considera las mujeres como inferiores, alimentando constantemente la violencia
contra nosotras en un gigante arco de injusticias en todos los grados.

Por ello es absolutamente abominable e insoportable la muerte de nuestras compañeras que portan kilos de mercancía sobre sus espaldas, cruzando las fronteras hasta 8 veces al día; mujeres que pierden vida y salud confeccionando la ropa que llevamos, temporeras en Huelva o en la vendimia en Francia…

El feminicidio nos desgarra con todas y cada una de las 4 mujeres asesinadas cada día en México, las activistas campesinas y ecologistas en Colombia, en Honduras, en Brasil, en Argentina, las manifestantes chilenas violadas y desaparecidas durante las manifestaciones y protestas que aún duran en el país andino.

En África y Oriente Próximo, también son las mujeres las que además de padecer conflictos bélicos interminables, sufren el castigo de la intolerancia religiosa enquistada en los estados y de costumbres mutiladoras.

Hay mujeres que están al frente de la lucha por sus derechos en situaciones de especial vulnerabilidad como Irak, Irán, Líbano, Argelia, siendo perseguidas, reprimidas y encarceladas.

Son miles las mujeres que lanzándose al exilio tratan de salvar su familia o sobreviven en ciudades convertidas en montañas de escombros, o en campos de refugiados alambrados en condiciones infrahumanas.

Como son mujeres las que una vez han sorteado todos los riesgos, llegan a un Occidente en el que se ven abocadas a aceptar los trabajos situados en los últimos peldaños, sintiéndose afortunadas.

Por todo esto, nos sentimos hermanadas con todas las luchas que se producen en cualquier rincón del mundo que se levantan decididas contra el patriarcado criminal.

Frente a esa reivindicación para que haya mujeres ocupando puestos importantes en gobiernos o en bancos, nosotras repetimos, cuantas veces sea necesario, que esas mujeres reproducen los roles machistas, son mercenarias al servicio del patriarcado y ni tienen ahora ni han tenido nunca nada que ver con la lucha feminista por la emancipación y la justicia.

No podemos dejar de mencionar la manipulación del cuerpo y del valor de la mujer en la publicidad y los medios de comunicación, en los que se nos relega al ámbito de una “belleza” vacía, disponible siempre para el deseo del hombre.

En definitiva, son tantas, tantísimas las injusticias que recorren el mundo, que nos faltan muchos 8 de marzo cargados de protesta activa y de reivindicaciones.

En Argentina, en Chile, Bolivia y otros países nos sentimos inmersas en la lucha por la legalización del aborto y su inclusión en el sistema sanitario, mientras aquí, en suelo europeo, el paro se ceba en las mujeres que trabajan en bares, restaurantes, hoteles y todos los sectores más precarizados.

La extrema derecha esparce su crueldad en Europa, ignorando y desdeñando los feminicidios, mientras acusan al feminismo de asesinatos contra hombres, revictimizando a las víctimas de violaciones con acusaciones esperpénticas defendiendo de forma demencial a violadores y maltratadores.

Denunciamos también y firmemente, la cotidianeidad del machismo simbólico, del lenguaje como arma de supremacía masculina, la discriminación en puestos de trabajo para los que se pregunta en las primeras entrevistas, sobre estado civil, número de hijos, y se nos juzga por la respuesta; el acoso laboral, la doble o triple ocupación del cuidado de lxs hijxs, y nietxs que recae en ellas, que, en ocasiones asumen con sus pensiones las exiguas economías de las familias de sus hijas en paro.

La lucha feminista ha sacudido la visión social, ha salido del ámbito privado en defensa de los derechos de la mujer y se ha situado en las calles, en las plazas, en los debates, ha ocupado el ágora, la eterna plaza pública, y ya nunca más quedará relegado.

El tiempo es nuestro, el tiempo de asumir nuestro destino libremente y lograr la emancipación del sistema patriarcal.

En cada 8 de marzo, caminan en nuestros pasos todas las mujeres que nos precedieron en la lucha para que avancemos en la conciencia de que es la lucha feminista la que hace mover el mundo.

Feminismo de clase y combativo