Resistencias centroamericanas

El jueves 29 de octubre tuvimos la ocasión de charlar con Maureen Zelaya Paredes, participante de la Plataforma por Honduras en Madrid (PHM), junto a quien charlamos sobre las resistencias centroamericanas frente a las violencias generadas por las empresas expoliadoras de recursos en su alianza con Estados corruptos y oligarquías locales y regionales. La sesión se retransmitió en directo a través del Canal de YouTube de CNT Comarcal Sur, quedando disponible aquí para su visualización y difusión.

Maureen comienza la charla realizando una contextualización de la región centroamericana que, sin duda, nos ayudará a comprender mejor la situación por la que esta geografía y sus gentes pasan hoy. Lo que conocemos como Centroamérica se compone de cinco países: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. Maureen, que es salvadoreña, nos cuenta que centrará su charla, principalmente, en Honduras, ya que se trata de un caso paradigmático de la violencia extractivista en la región, como luego veremos. Echando la vista atrás, sabemos que la colonización española de parte del continente americano da inicio una jerarquización racializada de la estructura social, así como a un modelo de espolio de recursos naturales apoyado en la explotación de quienes ocupaban las exposiciones más bajas en esa organización social basada en el concepto colonial de “raza”. La Independencia de América Central (1821), deja a estos países en manos de familias terratenientes que funcionan como oligarquías, las cuales no tienen interés en generar un cambio profundo en la redistribución de los recursos y derechos, sino, más bien, en gestionar la riqueza nacional sin rendir cuentas al país al que pertenecen como colonia. Por ello, durante el resto del Siglo XIX y el XX se suceden, de manera no lineal, periodos de democracia liberal, dictaduras, reformas, revoluciones, represiones y genocidios (ej.: persecución y asesinato de pueblos originarios en Guatemala). Hay que sumarle la constante intervención interesada de Estados Unidos, quien, bajo el lema de “América para los americanos” de la Doctrina Monroe , no deja de utilizar estratégicamente a América del Sur como su “patio trasero” y a Centro América como “un pasillo”, es decir, como laboratorios políticos, económicos y militares donde realizar sus ensayos para afianzar la ideología neoliberal como matriz del orden global, sin ningún escrúpulo.

Así, la región se encuentra actualmente con “Estados fallidos”; que Maureen define como “una amalgama de instituciones al servicio de los mercados”, donde parece haberse extendido un desencanto hacia la participación política, empezando a emerger, complementariamente, discursos y prácticas basadas en fundamentalismos religiosos, como también hemos visto en otras geografías como el Brasil de Bolsonaro. Los partidos anteriormente progresistas, incluso revolucionarios, tienen una carga burocrática que les ha dejado obsoletos, además de haberse alejado progresivamente de las comunidades de base. Los gobiernos regionales ceden al chantaje de empresas y de terceros países, como es el caso de la manipulación ejercida desde el gobierno estadounidense para aprovechar la situación de las caravanas de migrantes para obligar a ampliar y lanzar más al sur sus fronteras (triángulo norte centroamericano, es decir, el control fronterizo de EEUU queda delegado en terceros países, como México, de manera que el famoso muro es solamente una dificultad final entre tantísimas otras).

El interés internacional se alía con las élites locales para sostener distopías actuales como las “Zonas de Empleo y Desarrollo Económico” (ZEDE), donde se da una jurisdicción especial basada en una protección de la empresa inversionista que se traduce en un “todo vale”, como está ocurriendo en la exploración turística del norte de Honduras, la cual está pasando -entre otras cosas- por desplazar al pueblo garífuna. Este es solo un ejemplo de cómo se forman redes de impunidad que permiten la explotación del territorio y sus gentes. Otro caso son los grandes proyectos hidroeléctricos que explotan ríos y minas, sin tener en cuenta el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el derecho de los pueblos a ser consultados sobre este tipo de actividad en las zonas que habitan. Estas redes de la impunidad llegan a asesinar a personas que se oponen a estos macroproyectos, como fue el caso de la compañera Berta Cáceres; cuyos autores materiales del asesinato aparecieron, pero aun se espera y pide que lo hagan quienes fueron los ordenantes, es decir, los autores intelectuales…, totalmente protegidos e insertados en estas redes de negocio, explotación y violencia. Afortunadamente, hay también se tejen redes de resistencia que impulsan las luchas sociales por la defensa de los territorios (lo cual tendemos a reducir desde este lado del océano bajo la palabra “activismo ecologista”, pero implica cuestiones más complejas e interconectadas desde otras cosmovisiones…). Así, enumerando solo algunas, se cuenta con el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH); la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH); el Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia (MADJ); … Será importante que, aunque desde la distancia geográfica, estemos pendientes de estas organizaciones, de manera que -al igual que hacen desde Plataforma por Honduras en Madrid-, les sirvamos de altavoces para sus reclamas y denuncias, aprendiendo -de paso- a conocer hasta qué punto somos responsables de lo que ocurre allí si decidimos “mirar hacia otro lado” y no investigar la implicación de empresas y otras instituciones españolas y europeas en esas tramas neocoloniales.

CNT Comarcal Sur Madrid